La voluntad de hacer consiste en realizar lo que es necesario para alcanzar una meta.
Es la clave para entrenar, practicar, estudiar, perseverar y ser disciplinado, es decir, para obtener resultados. Se potencia, se desarrolla, se pone a prueba y se fortalece al enfrentar las frustraciones que aparecen en el camino.
Una forma de desarrollar la voluntad es establecer metas posibles de alcanzar. Muchas veces nos planteamos metas difíciles de lograr y, al no obtener resultados, "nos rendimos". Por ejemplo, si no hemos hecho actividad física durante mucho tiempo y decidimos trotar todos los días durante 20 minutos, al segundo día nos duele todo el cuerpo y decimos "mejor lo hago más adelante". Ese "más adelante" nunca llega. En cambio, es diferente caminar todos los días durante 10 minutos y luego ir incrementando gradualmente la actividad física. Esto también se aplica a la formación personal: comenzar generando un hábito y no abandonarlo, luego agregar otro y otro. Pretender hacerlo todo de una sola vez no dará resultados.
La práctica se vuelve más fácil cuando la voluntad de hacer se convierte en un hábito y, finalmente, se desarrolla la autodisciplina, lo que permite enfrentar y superar momentos difíciles o de frustración.
La voluntad de hacer no se desarrolla a través de negociaciones ni premios.