¿No será que los adultos cambiamos? La inteligencia es la capacidad de resolver problemas, pero los niños hoy “no hacen nada solos”: no se lavan los dientes, no se visten ni se limpian solos cuando van al baño. ¿Y los jóvenes? ¿Y los adultos? ¿Solo los niños están aburridos? ¿Solo los niños son desafiantes, violentos, agresivos, etc.?
Aumentaron los recursos y empezamos a buscar una forma más fácil de criar, como usar pañales desechables, andadores, comida colada, etc.
Pero aún no hemos podido inventar un “generador de buenos hábitos basados en valores”. Los niños aprenden más tarde a sacarse los pañales porque ya no es necesario lavarlos, y el adulto pierde de vista la importancia de enseñarles a ir al baño. Además, surge el discurso de que hay que respetar los tiempos de los niños. ¿Cuáles serán esos tiempos si el niño no sabe que tiene que ir al baño? En el caso de las comidas coladas, los padres permiten que su hijo coma todo molido, lo que también facilita la hora de las comidas, pero ¿cómo aprenderá a masticar?
Se pensó que, con tanta tecnología, avances científicos y estudios, los niños serían más sanos y felices. Sin embargo, están diagnosticados con diferentes trastornos y tienen más enfermedades que antes. También “nos han hecho creer” que no hay “nada que hacer”, que “los niños son diferentes” y que requieren “una forma distinta de crianza”. Una forma de criar que ha deteriorado la calidad de vida de los padres; están estresados y no quieren estar en sus casas.
Los adultos tienen que cambiar.
Criar y educar es ser responsables de la formación humana de los niños. Permitir que sean protagonistas de su aprendizaje, es decir, poder equivocarse y aprender de sus errores hasta lograr su objetivo. Enseñar que no hay aprendizaje sin equivocaciones. Permitir que los niños aprendan de la frustración de que las cosas no resultan ni a la primera, ni a la segunda, sino después de muchos intentos.