¿Qué es el TEA? Según la Organización Mundial de la Salud, es un grupo de afecciones que dificultan la interacción social y la comunicación de la persona.
Un niño diagnosticado con TEA requiere formar buenos hábitos para adquirir competencias socioemocionales y desarrollar el lenguaje, con el objetivo de mejorar la calidad de su comunicación e interacción social.
La formación de buenos hábitos se basa en valores que son acuerdos universales que rigen nuestras actitudes y conductas, definiendo la forma en que tenemos que actuar o interactuar, es decir, nuestro comportamiento. Se tienen que practicar en todo momento para que se transformen en un hábito y sean parte de nuestra forma de pensar, sentir, hablar y actuar.
Los valores no se enseñan, se aprenden a través de la coherencia y sistematicidad de los adultos.
Entonces, un mal comportamiento es síntoma de la falta de formación de buenos hábitos.
¿Qué es un mal comportamiento?
Actitudes y conductas inadecuadas que permiten a un niño lograr su propósito.
Conductas inadecuadas se manifiestan en forma activa a través de acciones descontroladas como: rabietas, gritos, lanzamientos de objetos, golpes, violencia, insultos, etc.
Actitudes inadecuadas se manifiestan en forma pasiva como no contestar, amurrarse, victimizarse, evadir, no saludar, etc.
Lamentablemente, las estrategias usadas actualmente para el manejo conductual son las negociaciones, premios, gritos, amenazas y/o castigos que no forman buenos hábitos.
Todos los niños aprenden haciendo. Sin embargo, hoy en día prima el derecho a no hacer y esto conlleva a no formar buenos hábitos ni desarrollar ciertas habilidades, porque no se desarrolla la voluntad de hacer.
¿Qué es la voluntad de hacer?
Hacer lo que hay que hacer para tener logros.
El liderazgo de los adultos permite que los niños “hagan lo que tienen que hacer” fortaleciendo la voluntad de hacer para alcanzar sus metas.
Se debe tener presente que la genética solo determina la cantidad de repeticiones, no la meta.
Un resultado depende en un 10% de la genética y entre un 70 - 90% en la calidad de práctica. El 20% de diferencia depende de la edad del niño y si necesita el apoyo de un adulto o no.
La práctica se hace más fácil cuando la voluntad de hacer se transforma en un hábito y finalmente se desarrolla la autodisciplina, la cual permite enfrentar y superar momentos difíciles o de frustración.
¿Cómo se trabaja la voluntad de hacer?
La voluntad de hacer se desarrolla a través de la coherencia y sistematicidad. Todo lo que los adultos solicitan a los niños lo deben cumplir, por lo tanto, deben tener presente lo que pueden realizar sin ayuda.
Al desarrollar la voluntad de hacer, tu hijo podrá practicar para desarrollar las habilidades que tiene más disminuidas, ya sea lenguaje, control de movimientos y aprendizaje en general.
Si tu hijo tiene entre dos y cinco años, te sugiero trabajar los programas Shaka que son actividades de corta duración y permiten formar hábitos y desarrollar el lenguaje, aprender números o el alfabeto a través de movimientos corporales y actividades lúdicas.